CAPITULO 1
Nunca en toda su vida podría olvidar aquella imagen, fue una ocasión estando solo en casa, tenia doce años, cogió una vieja cinta de video de su padre, concretamente una que ponía: 1ª comunión de Noelia. El había visto a su padre llevarse esa cinta demasiadas veces a la sala de proyecciones, aunque solo tenía doce años, sabía que la filmación de una primera comunión no proporcionaba tanto entretenimiento.
Los Bermejo en una casa amplia, con habitaciones y estancias espaciosas, divididas por largos pasillos, que otorgaban intimidad a sus habitantes, de tal forma que el pequeño Eliseo Bermejo, el menor de tres hermanos, disponía de la suficiente intimidad, como para fabricarse su propio mundo de fantasía, un verdadero refugio; donde eran frecuentes las catarsis de su imaginación.
Pero aquella imagen le perturbaba, incluso alteró su micro mundo, aquel que había construido a su antojo. Era traumático asumir que todas sus fantasías, preñadas de inocencia y sensibilidad, podrían derivar en un éxtasis de fluidos impregnando los cuerpos de dos seres humanos envueltos en una espiral hipnótica de deseo. Porque Noelia, jamás hizo la primera comunión, es más, cuando Eliseo volvió a ojear la caratula del video y pudo observar que el titulo en realidad era 1ª cumonion de Noelia, un recurrente juego de palabras que combinaba la expresión “cum on” “correrse” en ingles. Continuaba sin entenderlo demasiado, porque en la película no veía a Noelia correr hacia ninguna parte. Noelia era el paradigma donde Eliseo quería recalar su vida, al principio de la película, Noelia paseaba con su vestidito nuevo, por un sendero de un bosque otoñal, agujereando las hojas muertas con sus taconcitos. Se la veía delicada, femenina y muy feliz consigo misma, con una piel delicada y fina como la porcelana, de la cual rebosaba una actitud de princesita de cuento. Eliseo rebobinaba una y otra vez esos escasos dos minutos y medio de película, no quería ver mas allá, no deseaba volver a ver a ese ogro peludo, mancillando con sus toscas manos la porcelana de Noelia.
Solo una vez vio mas allá del primer fragmento de la película y no podía olvidarlo, estaba seguro de que si volvía a verlo desearía su propia muerte. Imaginaba que quizás por eso, Noelia debía “correr”, para huir del ogro. Noelia apenas era una jovencita bellísima, que la primavera de la vida había florecido su cuerpo, una belleza reciente, el tiempo, ese implacable escribano, apenas había tenido unos años para ajar su cuerpo, que lejos de envejecerlo, lo había dotado de una solidez en sus formas y líneas, curveando allá donde se requería, para aportar más sensualidad, o abultando otras partes para regocijo del observador. De pronto, se oyeron unos pasos tras la puerta y antes de que Eliseo pudiese sacar la cinta del reproductor, entro su padre. Eliseo vio como su padre miro la pantalla del televisor y comprobó lo familiar que le resultaba a su padre el rostro de Noelia. Su padre le pidió que le devolviera la cinta, pero Eliseo se negó, su padre se la arrancó de las manos y se la llevó. Eliseo debía vengar ese acto de rapto de su padre, debía darle su merecido al ogro que se llevo a la princesa.
CAPITULO 2
“Eliseo! Eli! Haz el favor, ven a la mesa, vamos a comer” La hora de comer en casa de los Bermejo era sagrada, y no solamente porque antes de dar buena cuenta de los alimentos a ingerir había que bendecirlos, sino, además, porque era el único momento del día en que la familia al completo se reunía. Una vez en la mesa, Eliseo no soportaba la mirada de su padre, recordando el choque con su a propósito del video de Noelia. Era habitual que Custodio, el padre de Eliseo, cada día hiciera un repaso a toda su familia, empezando por su esposa y continuando por sus hijos de mayor a menor.
Custodio: “Patricia cariño, tenía que darte una excelente noticia”- Patricia Prócer era la abnegada esposa de Custodio- “nos han admitido la solicitud para el club de caza, he pagado tres temporadas por adelantado, el presente año 82 y el 83 y 84. En Valdemorillo, ¿recuerdas? lo vamos a pasar de miedo”
Patricia: ¿Valdemorillo? –dijo Patricia- recuerda Custodio, cariño, que el dueño del club es Armando, su mujer me odia, me hará la vida imposible”
Custodio: “Bueno Patricia, confío en tu diplomacia, ya verás que no pasa nada, no debes ser tan hosca y ser más comprensiva con ella”
Patricia: “Pero si desde que me conoció no hace más que criticarme y hablar mal de mí a mis espaldas”.
Custodio: “Mira Patricia, bastante culpa tienes tú, sabiendo que Carmen nunca pudo tener hijos, vas y se lo frotas en la cara”.
Patricia: “¿cómo dices eso? Tú conoces muy bien la historia precisamente y sabes que yo no tengo la culpa de este conflicto” –entonces Ingénito, el hijo mayor interviene.
Ingénito: “Si papa, un día en el canódromo oí como Carmen decía que mama no merecía la suerte que había tenido en la vida” .
Custodio: “ ¿A ti quien te ha dado vela en este entierro? Ocúpate de tus asuntos, y tú Patricia, haz el favor de traer la sal, este estofado de ciervo esta anodino, a ver si aprendes a no malgastar los alimentos cuando cocines”.
Patricia: “Pero Custodio, es por tu hipertensión”... –mientras, Eliseo, ajeno a toda polémica sobre la conversación, flotaba guiado por su imaginación, los pies no le llegaban del todo al suelo todavía, así que mientras todos discutían, pisaba solo con las puntas elevando los talones, simulando que llevaba unos zapatos de tacón, se imaginaba así mismo caminando por la calle, con un vestidito similar al de Noelia, hasta, en una emoción sublime, escuchaba el sonido de sus propios pasos sobre la acera; la calle estaba casi desierta, con lo que ese sonido rebotaba en los edificios, trayéndoselo de vuelta y envolviéndolo, como si de una magnifica sinfonía se tratara. Era una mujer por fin! Sabia comportarse como tal, ya que toda su corta vida así se había sentido. Movía un pie y luego el otro, caminaba!, hasta podía oler el perfume que se había puesto antes de salir mientras sus amigas le esperaban debajo de su casa. Su largo y liso cabello ondeaba al viento, una brisa acariciaba su cara y cuando inhalaba el aire, sus papilas gustativas percibían el sabor a fresa de su pintalabios, de pronto, su melena se fue hacia delante bruscamente, como si un golpe de aire la desplazara, los mechones de su precioso cabello de colaron en su boca y la cabeza se le fue hacia delante también, de pronto oyó, Eliseo! “¿Qué coño haces?” Su padre lo había despertado con una dolorosa colleja.
Custodio: “Acábate esas fresas y no hagas mas tonterías” –Custodio miró los pies de Eliseo y vió que hacia algo raro con ellos, dijo: “¿qué tonterías estás haciendo con los pies?”
Eliseo: “Nada, es que me duelen”
Custodio: “Te duelen porque no haces más que tonterías con ellos, compórtate como un hombre” –Eliseo miró a su padre desde el rabillo del ojo, con una mirada cargada de una dosis justa de odio, como para que no fuese descubierta. Esa frase le llegó a lo más hondo de su alma, además de no sentirse hombre, discrepaba del sentido que su padre le daba a esa expresión. Entonces, Eliseo se levanto de la mesa y empezó a correr a su habitación, su padre gritó: “¿dónde vas? Ven aquí, no te puedes levantar todavía sin mi permiso” –Miscelánea, su hermana, se levantó también y fue en su busca, con la intención de consolarlo.
Custodio: Misce, déjalo ven aquí, no hemos acabado de comer.
Miscelánea: “Le has hecho daño papa, voy a ver qué le pasa” – a lo que Ingénito apostillo- “le pasa que esta como una regadera”.
Custodio: “joder, entre su madre y su hermana, lo van a mariconear del todo” –Ingénito se reía de la escena, justo cuando su madre llegaba con el café para su marido.
Patricia: “¿de qué te ríes Nito?”...
CAPITULO 3
Mientras Eliseo corría por el pasillo, camino a refugiarse en su habitación, las voces de la discusión familiar se diluían entre las zancadas de sus propias piernas, entonces Miscelánea, que lo estaba esperando en la puerta de su habitación, lo agarró del brazo súbitamente, dándole un buen susto, le dijo; -“ven, pasa a mi cuarto, quiero enseñarte algo”- ambos pasaron a la habitación de Miscelánea, hacia bastante tiempo que Eliseo no entraba en la habitación de su hermana. Pronto descubrió que su hermana empezaba a ser toda una mujer, miró las paredes y vio unos posters de unas cantantes de rock de aquella época; Carole King, Janis Joplin, Joni Mitchel, Stivie Nicks, pero sobre todas ellas sobresalía un poster gigante, donde Eliseo tenía clavada la mirada, era una atractiva rockera, parecía como si jamás hubiera visto nada igual, aquella diosa calzaba unos zapatos negros, con el tacón mas alto nunca visto, sus piernas, como columnas de blanco mármol, liso y perfilado, se elevaban hasta una falda de cuero negro brillante, la cantante se sostenía sobre el mástil de una guitarra eléctrica, dejando caer sus redondos y torneados pechos, sostenidos por un brasier negro de encaje. Su cabello era rubio y crepado, al estilo de la época, el nombre de aquella diva era: Lita Ford. Miscelánea le pregunto a Eliseo: -“¿te gusta?”-, -“si”- dijo Eliseo, Miscelánea le aclaró, -“es Lita Ford, ella es la mejor, va a ser una estrella del Heavy Metal, de mayor quiero ser como ella, ya verás Eli, cuando sea mayor de edad voy a salir con mis amigas con esto”- Miscelánea abrió el armario y sacó unos zapatos rojos de tacón altísimos, Eliseo, en ese momento se quedó petrificado, solo tenía ojos para aquellos zapatos, mientras su hermana hablaba de no sé que, de que su padre no le permitía vestirse con cierta ropa, Eliseo deseaba que su hermana se fulminara en ese mismo instante y así quedarse solo con aquella maravilla de zapatos, también miraba el armario de su hermana, veía toda su ropa y definitivamente su hermana se fulminaba ante sus ojos. -“Eliseo, Eli, que te estoy preguntando que que te parecen estos zapatos ¿tú crees que podre andar con ellos por la calle? Le preguntó su hermana, -“Si, eh, esto, no se Misce,”- balbuceaba Eliseo, Miscelánea: -“Vaya Eli, yo aquí hablando como una cotorra y no me preocupo como estas ¿te duele el golpe de papa?”, Eliseo: -“si, un poco, pero ya se me está pasando”- Eliseo no sentía ningún dolor, lo único que sentía era no estar a solas con aquellos zapatos para poder probárselos, a pesar de ser menor que su hermana, Eliseo calzaba casi el mismo número, -“pobrecito”- dijo Miscelánea mientras le cogía los cachetes con sus manos, juntándoselos el uno con el otro. De pronto se oyó como su madre gritaba a lo lejos “Miscelánea! Ha llegado Marcelo, el vecino”. Marcelo era un guaperas del barrio, con el que Miscelánea había compartido unas cuantas coca colas, entre besos y manoseos, en el cine de barrio. Así que Miscelánea no pudo hacer otra cosa que dejar lo que tenía entre manos y salir corriendo al encuentro con Marcelo. Así pues, Eliseo se le acababa de cumplir el deseo de que su hermana desapareciera, su hermana acababa de ser fulminada, por obra y arte del gran Marcelo, quedándose a solas con aquel par de zapatos, que reposaban tirados en la cama, al alcance de su mano.
CAPITULO 4
Eliseo se asomó discretamente por la ventana para comprobar donde había ido su hermana, observó que se había encontrado con Marcelo en la calle, Miscelánea se lanzó sobre Marcelo, como un naufrago se aferra al salvavidas. Cuando Marcelo se despegó de ella, metió la mano en el bolsillo de su cazadora negra de piel, sacó una cajita de madera, la abrió allí mismo delante de Miscelánea y le mostró su contenido, Eliseo creyó adivinar que dentro de la caja había una bolsita trasparente, que a simple vista, parecía guardaba un anillo con unas piedrecitas de bisutería, ella se lanzó sobre su cuello de nuevo y él la apartó bruscamente, separándola a una distancia prudencial de la cajita, a Eliseo le extrañó que a pesar del malcarado gesto de Marcelo, a su hermana apenas le importara y lejos de dedicarle una recriminación, volviera a rodear la cintura de Marcelo con sus brazos, en un gesto de subordinación. Aunque, Eliseo tenía los ojos puestos en aquella extraña escena, pero la mente en los zapatos que su hermana había dejado encima de la cama.
Por la emoción que emanada la cara de Miscelánea, Eliseo dedujo que pasarían toda la tarde fuera de casa, calculaba que si iban al cine, pasarían unas tres horas fuera, por lo menos, así que posiblemente, dispondría de esas horas para quedarse a solas con sus zapatitos de tacón alto.
Mientras Eliseo miraba los zapatos, no daba crédito a la situación, pensaba en la suerte que había tenido, nunca hubiera imaginado que, al fin y al cabo, el paraíso se encontraba al otro lado de la pared de su habitación. Cuando los tuvo en sus manos, los acariciaba con sumo cuidado, procesándoles absoluta adoración. Recorría con los dedos la suave piel de la que estaban hechos, imaginando que podrían ser como una segunda piel. De pronto se los acercó a la cara e inhaló profundamente. El aroma que desprendían era tan excelso que apenas podía respirar, quizás aquel olor tan intenso, era producto de la mezcla de las resinas que pegan la piel del calzado, pero no importaba nada, para él era el aroma de la feminidad, como si la secuencia de la película de Noelia, además de sonido e imagen, ahora también tuviera olor.
Se sentó en el borde de la cama frente al poster de Lita y se dispuso a calzarse por primera vez unos zapatos de tacón, los colocó en el suelo, uno al lado del otro y suavemente fue deslizando el pie derecho hacia dentro, hasta que sus dedos toparon con la punta, comprobó como el calor de su pie iba calentando la fría piel del calzado, era como el certificado de la posesión de aquellos zapatos. Por primera vez sentía la bendita inclinación de su pie, pero en este caso no debía mantener elevado el talón, al contrario, el talón reposaba sobre el tacón. Luego se calzó el pie izquierdo y se incorporó de donde estaba sentado, miró hacia abajo, miró sus pies todavía sin vello y creía estar mirando los pies de una princesa, intentó caminar por la habitación pero no dominaba la técnica en absoluto y pensó que podía romperle los zapatos a su hermana, de pronto volvió a escuchar aquella conversación olvidada de sus padres en el comedor, atestiguando como se iba acercando a la habitación, le pasaron mil cosas por la cabeza, pero tuvo que concentrarse solo en una; quitarse los zapatos antes de ser descubierto.
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